Antes que nada (Capítulo 4)

Estaba perplejo por esa nota, pero debía apresurarme para poder tomar el autobús que me llevaba a casa.

Como era habitual, todos los días después de clase solía reunirme con mis amigos para ir juntos camino a casa; aunque había días en los que simplemente no podíamos coincidir por cuestiones de horario, la mayoría de las veces si que podíamos emprender juntos el viaje en autobús. Ellos ya se encontraban cerca de la puerta de entrada y salida de la universidad cuando por instinto (y juro que fue por instinto) voltee a ver a la derecha, donde se encontraba Julieta; el ir acompañado de un gran grupo de personas debería ser un delito, no puedes caminar a gusto.

El autobús que íbamos a tomar había llegado ya, así que fue sólo pasaron un par de segundos para que pudiéramos abordar. Manuel y Raúl delante de mí y yo detrás con las mochilas a un lado. Normalmente nuestro autobús de los lunes no solía llenarse, puesto que la mayoría de las personas que viajaban en él salían un poco más temprano que nosotros.

- Y bien, ¿cómo les fue? - siempre solía hacer esta pregunta a mis amigos

- Mejor tu dinos cómo te fue.

-Fue un día como todos los demás, ¿qué quieren que diga?

Ambos se voltearon a ver mientras con una mirada me atacaban con todo su sarcasmo y reproche.

- Por favor, hay una chica nueva en tu grupo de ingeniería y dices que fue un día como cualquier otro, ¿acaso estás loco?

-Un poco, creo. No tengo mucho que decir al respecto, es bonita y parece gustarle estar rodeada de personas.

-Sigue - dijo Raúl.

- ¿Qué más puedo decir? Apenas la conozco, además, no es correcto.

-¡No me vengas con eso!, o es que acaso quieres quedarte solo - Manuel parecía a punto de explotar pero podía comprender su punto, había pasado mucho tiempo desde que yo hablé acerca de una mujer.

-Mejor díganme por qué actúan tan raro.

-No actuamos raro sólo creemos que ya pasó el tiempo suficiente para que te fijes en alguien. Además no puedes negar que es atractiva.

-No lo niego, se llama Julieta - habían volteado al frente debido a que el autobús había arrancado ya, pero no pudieron voltear a verme de nuevo cuando les dije su nombre.

-¿En serio?

-Si, es un bonito nombre.

-Bro, háblale, no se diga más.

Tan sólo les respondí con una sonrisa.

Nuestra universidad estaba a las afueras de la ciudad, así que el autobús se tomaba entre 45 y 60 minutos para llegar a su destino, con lo cual te dejaba suficiente tiempo para leer un poco; algunos dormían gustosamente durante el transcurso del viaje, otros más venían charlando sobre los acontecimientos del día. Yo saqué un libro de mi mochila y también comencé a leer.

No pude darme cuenta de cuando llegamos al final de la ruta. Es tiempo de bajar...

...lImones y romero. No está. ¿Acaso fue mi imaginación?

- Oye, debemos bajar.

-Si, será mejor que te apresures, tengo hambre y no quiero esperar más para comer.

-¿Ustedes también sintieron ese aroma a limones y romero?

-¿De qué hablas? - dijo Manuel con una mueca en el rostro.

-De nada, olvídalo.  -dije- el cansancio ya me afecta.

Luego de bajar del autobús siempre caminábamos hacia un puesto de comida y después íbamos a casa. Pero apenas bajar del autobús esa sensación tan extraña había vuelto a mi.

-¿Qué no vienes? -Raúl me miró fijamente y supo al instante la respuesta a su pregunta.

-No, los veré en casa. Quiero caminar un poco para relajarme.

-Vale.

Comencé a caminar con rumbo a un pequeño parque que se encontraba a mitad de camino a casa. El día era bastante soleado y los primero indicios de la primavera se dejaban ver. Los pájaros, las pequeñas flores que comienzarían a crecer en pocos días y por supuesto el sol que me quemaba la cara y me hacía recordar que debía tomar muchos líquidos. Al llegar al parque y por recomendación del astro sol me senté en la mesa de una cafetería. Apenas me senté observé la carta; tenía intenciones de pedir un frappé pero esas intensiones desaparecieron fugazmente en una fracción de segundos.

Julieta, la chica del lunar en la oreja se acababa de sentar justo enfrente de mi, tan naturalmente, como si nos conociéramos de toda la vida y yo hubiera estado esperando por ella, y así parecía, pues ella simplemente dijo.

- Dos frappés grandes de cajeta por favor.

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